jueves, 15 de octubre de 2015

Siete meses y un día








La vida se interpreta según el cristal con que se mire, sin olvidar que la lente es tan frágil,  que puede romper  nuestros esquemas en un abrir y cerrar de ojos.  Desde ese instante solo somos marionetas a merced de un destino incierto, que nos vapulea a su antojo y que sin piedad, SENTENCIA.

Siete meses y un día… esa fue mi condena. Y digan lo que digan,  nunca se está preparado para cumplirla, sea cual fuere el motivo. Ni tan siquiera estamos preparados para asimilar los muchos días se perderán silenciosos  en el calendario,  mientras  que en la realidad se harán eternos.  Nada tiene que ver el recinto donde puedas estar recluida, pues hasta  tus propios pensamientos se pueden volver una cárcel  en un momento dado.
Una medicación  agresiva  donde las haya, que fue  carcomiendo mis entrañas poco a poco,  ese fue mi delito. Solo la aceptación de la condena, la creencia que hay un plazo para superarla  es lo que te libera, momentáneamente,  de esa pena. La pérdida del cabello, las manchas en la piel, la fatiga, el cansancio… síntomas de mi triste penitencia, soportable solo imaginando el final de ella. El tiempo ese enemigo  cruel, interminable, siete meses y un día de larga travesía, con un único fin, vencerlo. Salir victoriosa,  un reto a donde agarrarse, una meta,  una fijación para el día a día,  un optimismo para mantenerse a flote.

Al tiempo nada lo detiene.  Y pasan mis siete meses y un día…. final de mi condena, punto y aparte de medicamentos y secuelas.

"Aire para mis pulmones, luz para mis ojos, fluye la sangre en mis venas…como ríos caudalosos"

 Pasar página y seguir, es lo que ahora toca, mejor a olvidar y disfrutar mi victoria.


Agustina Antelo.

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