La vida se interpreta según el cristal con que se
mire, sin olvidar que la lente es tan frágil, que puede romper nuestros
esquemas en un abrir y cerrar de ojos. Desde ese instante solo somos
marionetas a merced de un destino incierto, que nos vapulea a su antojo y
que sin piedad, SENTENCIA.
Siete meses y un día… esa fue mi
condena. Y digan lo que digan, nunca se está preparado para cumplirla,
sea cual fuere el motivo. Ni tan siquiera estamos preparados para asimilar los
muchos días se perderán silenciosos en el calendario, mientras
que en la realidad se harán eternos. Nada tiene que ver el recinto
donde puedas estar recluida, pues hasta tus propios pensamientos se
pueden volver una cárcel en un momento dado.
Una
medicación agresiva donde las haya, que fue carcomiendo
mis entrañas poco a poco, ese fue mi delito. Solo la aceptación
de la condena, la creencia que hay un plazo para superarla es lo que
te libera, momentáneamente, de esa pena. La pérdida del cabello, las
manchas en la piel, la fatiga, el cansancio… síntomas de mi triste penitencia,
soportable solo imaginando el final de ella. El tiempo ese enemigo cruel, interminable, siete meses y un
día de larga travesía, con un único fin, vencerlo. Salir
victoriosa, un reto a donde agarrarse, una meta, una fijación
para el día a día, un optimismo para mantenerse a flote.
Al tiempo nada lo detiene. Y pasan
mis siete meses y un día…. final de mi condena, punto y aparte de medicamentos
y secuelas.
"Aire para mis pulmones, luz para
mis ojos, fluye la sangre en mis venas…como ríos caudalosos"
Pasar página y seguir, es lo que ahora toca, mejor a
olvidar y disfrutar mi victoria.
Agustina Antelo.
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