sábado, 17 de octubre de 2015

Vida para mi vida





Vida para mi vida,  eso es lo que me aporta  cada obra que interpreto, cada  nuevo personaje que llevo  a escena  y  que me evade de esta realidad que no entiendo.

LA NIÑA QUE RIEGA LAS ALBAHACAS,
fue todo un descubrimiento para mí, pues nunca me había transformado en un personaje de cuento.  Mi papel, un de duende alegre y chicharachero, que junto con otros seis más,  ponían el colorido y la chispa a una obra que hizo respirar  la magia en toda la sala. Mi grupo de Teatro “escándalo”,  un total de dieciséis personajes sobre un escenario,  que implicaron  a los presentes a sentirse parte de este mundo infantil  que dejamos atrás hace mucho tiempo. Sin lugar a dudas, la mayor recompensa para mí, fue ver las caras de los niños alucinando, sin pestañear y con sus bocas abiertas, sintiéndose uno más de aquel bosque encantado.  Me gustó la experiencia,  y espero tener de nuevo la oportunidad de volver a repetir la experiencia.



Con UN VESTIDO DE NOVIA…QUE TRAE COLA, el cambio de registro fue enorme pero si hay algo que me gusta de esta  afición mía por la farándula, es el verme en personajes tan distintos y desarrollarlos satisfactoriamente. Mi papel, una mujer madura  que lleva una “cruz” a sus espaldas y que  soluciona todo con rezos y una petaca que lleva en su bolso. Una comedia divertida,  donde todos los personajes pusieron su mejor  toque de humor para llevarla a cabo.


La nota triste en la representación de esta obra fue la muerte de mi padre, una semana antes del estreno. La tristeza  me acompaño ese día,  pero también su recuerdo me  dio la seguridad que necesitaba.


EL TEATRO,  una vez más forma parte de mi vida y sinceramente ¡ME GUSTA!



Agustina Antelo.

jueves, 15 de octubre de 2015

Siete meses y un día








La vida se interpreta según el cristal con que se mire, sin olvidar que la lente es tan frágil,  que puede romper  nuestros esquemas en un abrir y cerrar de ojos.  Desde ese instante solo somos marionetas a merced de un destino incierto, que nos vapulea a su antojo y que sin piedad, SENTENCIA.

Siete meses y un día… esa fue mi condena. Y digan lo que digan,  nunca se está preparado para cumplirla, sea cual fuere el motivo. Ni tan siquiera estamos preparados para asimilar los muchos días se perderán silenciosos  en el calendario,  mientras  que en la realidad se harán eternos.  Nada tiene que ver el recinto donde puedas estar recluida, pues hasta  tus propios pensamientos se pueden volver una cárcel  en un momento dado.
Una medicación  agresiva  donde las haya, que fue  carcomiendo mis entrañas poco a poco,  ese fue mi delito. Solo la aceptación de la condena, la creencia que hay un plazo para superarla  es lo que te libera, momentáneamente,  de esa pena. La pérdida del cabello, las manchas en la piel, la fatiga, el cansancio… síntomas de mi triste penitencia, soportable solo imaginando el final de ella. El tiempo ese enemigo  cruel, interminable, siete meses y un día de larga travesía, con un único fin, vencerlo. Salir victoriosa,  un reto a donde agarrarse, una meta,  una fijación para el día a día,  un optimismo para mantenerse a flote.

Al tiempo nada lo detiene.  Y pasan mis siete meses y un día…. final de mi condena, punto y aparte de medicamentos y secuelas.

"Aire para mis pulmones, luz para mis ojos, fluye la sangre en mis venas…como ríos caudalosos"

 Pasar página y seguir, es lo que ahora toca, mejor a olvidar y disfrutar mi victoria.


Agustina Antelo.

miércoles, 14 de octubre de 2015

La vida sigue







Después de mucho tiempo sin tener el estímulo de la escritura en mis manos, sirvan estas líneas para  describir como me he sentido y de donde estoy resurgiendo.

…… Hoy, con la mirada y los pensamientos bullendo en mi mente y perdidos en el tiempo, siento  como la parte cruel de la vida se ha cernido sobre mí sin clemencia.  Un  pequeño margen para tomar aire y recapacitar, hubiera sido todo  un privilegio en esos  momentos de tinieblas, pero las circunstancias no estaban dispuestas a concederlo. Mi mente, esa herramienta tan poderosa cuando  la lucidez me guía, que es capaz de caminar por la cuerda floja  y que todo resulte   un reto salvable,  se volvió un arma de doble filo cuando la ofuscación se apoderó del  momento.  La niebla se hizo dueña  de mis ojos triste, de mi respiración que se volvió ahogo, de mis miedos que me hicieron vulnerable, de mis palabras que no emitían sonidos. Intenté robar  al tiempo un soplo de aire fresco, que reciclara  mis pulmones y desgarrara de mi garganta ese grito que  se cohibía,  y que  arañaba mis entrañas sin compasión.  Sentí dolor por mis manos muertas, quebradas por la sinrazón y el desasosiego,  ellas que tantas líneas han escrito y tantas pinceladas han dejado impresas. Mi sangre se volvió escarcha,  dejando nula mi capacidad de percepción. Mis articulaciones atenazadas me impiden avanzar imposibilitando  todo deseo de resurgir.   Piernas de plomo para un camino incierto, que se rebelan contra mi mente en mí andar cansado.  Un paso es un esfuerzo, una lágrima es una liberación de sentimientos, un contacto es  un estimulo de emociones muertas, una palabra es una llamada de auxilio en medio del desierto, una mirada son mil palabras mudas en este desconcierto. Corazón de hielo para caminar sin destino alguno,  latidos sordos para sentimientos nulos…

En algunas ocasiones, la vida duele, sin lugar a dudas.

Pero en este espacio de tiempo, la vida ha seguido su curso y han ocurrido acontecimientos que merecen ser mencionados, a los que dedicaré más de una línea.

Agustina Antelo