miércoles, 28 de diciembre de 2011

Navidad






Se buscan corazones que rebosen de ilusión y vida,
para hacer posible la magia , en estos días
tan entrañables.

Condiciones:

Que tengan la humildad como referente
y que su capacidad de amar sea incondicional
e insobornable.

Que transmitan paz y buena voluntad a
todo su entorno.

Que desconozca la envidia y que no
ansíen poder.

Que desprendan calor y que la caridad
sea su mayor virtud.

En pocas palabras:

Que vean más allá de sus ojos
y escuchen más allá de sus oídos.

Para los interesados:

Solo bastará un pensamiento, una reflexión,
y el Espíritu de la Navidad os encontrara.


FELIZ NAVIDAD

Agustina.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Relato: Solo una reflexión...




“Caminante no hay camino, se hace camino al andar”  Para mi esa es la forma en que aprendemos a vivir, solo que a veces perdemos la senda.  

Bajo mi punto de vista, la vida es como una partida de cartas. Nosotros somos meros peones que iniciamos  el juego aceptando  las cartas que nos han tocado al azar, y depende de nosotros  el saber jugarlas.

Todos, privilegiados o no en el reparto, contamos con algunas bazas a nuestro favor. La inteligencia, el tesón, la suerte, la fe, la habilidad, el ingenio, el poder…. Y seguro que algunas más que ahora no se me ocurren. Todas ellas para poder salir victoriosos  ó al menos llegar al final de la partida con dignidad.

Pero olvidamos que lo más importante es conocer al adversario, verlo venir y encararlo.
Como se dice en mi tierra “Del toro bravo me libro yo, pero del manso me libre Dios”.  
Y así es, al que hay que temer es a ese jugador virtual que se une a la partida sin previo aviso. Si, virtual digo,  pues nunca sabrás quien es, ni tampoco de sus intenciones, pero siempre va por delante de ti en la estrategia. Un adversario que dirige tus pasos, que merma tus sentidos, y te vapulea a su antojo. Se puede llamar soledad, miedo, impotencia,  inseguridad… y más cosas que ahora no se me ocurren, pero que te lleva directo al  fracaso.

Pero insisto,  el camino se hace andando. Si aprendes a escalar cuando la montaña esta muy empinada, si aprendes a volar cuando el precipicio se hace enorme, o si aprendes a nadar cuando las aguas están turbulentas, solo entonces, podremos tener opciones  en esa partida.


Mi reflexión: Aprender a vivir, una asignatura pendiente.


Agustina Antelo

domingo, 9 de octubre de 2011

Relato: Vida para mi vida




Son las doce horas, un minuto, quince segundos…. Donde estabas Marta, ya  íbamos a empezar sin ti.
 Lo siento, me perdí, estaba todo tan oscuro…

Acelerada se pone sus zapatillas de Ballet y se incorpora al concurrido grupo de bailarinas. Vamos chicas, esas piernas bien estiradas, y los brazos, que parezcan alas en movimiento.
Marta destacaba entre todas ellas como un cisne en la inmensidad del estanque. Sus pies, enfundados en sus gastadas zapatillas rosas, tomaban vida se giraban sobre si mismos una y otra vez. Vida para mi vida, así sonaban en su mente los acordes de aquella música que inundaba en aquel momento sus sentidos.

 De pronto, la luz ilumino sus ojos aún cerrados, y la música desapareció de sus oídos.

Vamos dormilona, que ya es hora de levantarse. Pero ¿que haces con las zapatillas puestas? Ya me explicaras algún día que ocurre aquí por las noches.

En el rostro de Marta se dibujo una sonrisa.  El sudor aún impregnaba  su piel  por el esfuerzo realizado,  y daba fe de lo vivido momentos antes. Solo contestó...   

Los sueños nos hacen libres, mama. Anda,  arrímame la silla de ruedas, necesito un baño…


Agustina Antelo.

domingo, 2 de octubre de 2011

Poesia: Cuando la vida duele






Alma corroída por nefastos
Pensamientos
Lágrimas de hiel para  unos
Ojos secos
Palabras mudas para boca sin
Argumentos
Pies cansados para un camino
Incierto

Infatigables dedos de sangre para
Palabras impresas
Pesadillas y desvelos para sueños
Rotos
Desilusión y desanimo en una fina
Línea que se tensa
Latidos sordos y contenidos para un
Corazón que yace, poco a poco.

Sin duda, la vida duele

Agustina Antelo

Relato: De vuelta a mis raices





A la entrada del pueblo la vieja estación del ferrocarril me da la bienvenida. Por los gastados raíles, y como ave de paso, aún circula el tren, mientras, en sus vías muertas, duermen, tras merecido descanso, las antiguas vagonetas de las Minas de Cala. En el corto trayecto hasta la casa pasé por la fuente de los grifos, con su caño inagotable de agua fresca. Por el Paseo de la Palma, con sus palmeras haciendo honor al nombre y su tradicional quiosco de churros. A ella se asoman el Ayuntamiento, el cine Coliseo y la Iglesia de Santa Maria,  que, con pintoresca estampa, acuna en sus torres los nidos de las cigüeñas. Seguí calle arriba y dejo atrás el Castillo, fortaleza del siglo XIII, con su plaza de toros en el interior y el Mercado de Abastos,  muy concurrido en otro tiempo.

Estoy llegando y todo es tan cercano y familiar como lo deje al partir, hasta su característico olor rancio que hay en el ambiente.

Como  siempre, la puerta de la casa esta entreabierta, y me deja entrever el pequeño zaguán desde la calle. Las ventanas destacan sobre el color inmaculado de la fachada  y los visillos blancos a través de los cristales ponen su toque personal en ellas. Accedo al interior y el olor es la nota más predominante en la estancia. Mis recuerdos me trasladan en el tiempo, a esos días de juegos y risas, de pan con chocolate y leche caliente, de castañas asadas y dulces.  En el pequeño zaguán que me da paso al interior  reposan las macetas sobre sus pies de hierro, dando frescura y color a aquel pequeño espacio.  En el pasillo, los rayos del sol me reciben a través de la puerta de la habitación, y deja a mi vista la cama alta y el mullido colchón de la abuela, donde en otra época  nos hundíamos las dos.  A lo largo del pasillo forman a mi derecha un pequeño ejército de frondosas “Pilistras” verdes que nos dan paso al salón. Este mantiene aún la chimenea de antaño, al igual que el mobiliario, heredado de tantas generaciones atrás.  La claraboya situada en el centro del salón, lo iluminaba todo y con su luz tenue pero agradecida,  deja un aura de armonía y paz en todo el recinto.

Hasta ese momento nadie ha salido a mi encuentro y a mi voz no hay respuesta.

Sigo adelante y al entrar en la cocina me reconforta el calor del fuego y el olor los pucheros, que, sin prisas,  desprenden su aroma por todo lugar. La vieja cantarera sigue debajo del gran ventanal que da al patio y que, generosamente, llena de luz cada rincón. El tiro de la chimenea sigue intacto encima de la pequeña hornilla de gas, al igual que la repisa donde descansaba la antigua radio. Mis recuerdos se vuelven sonido al verla…. Yo soy aquel negrito del África tropical……este anuncio daba paso a las trifulcas del “Tío pepe y el sobrino” para dejarnos después con la Novela, un serial que cada tarde paralizaba por una hora la rutina cotidiana.  El olor al café recién hecho y el vapor de la plancha de hierro calentada al fuego, envolvían todas aquellas vivencias.
Desde la ventana se podía ver la pila de lavar, con su refregador gastado por el uso y su inconfundible jabón verde, mientras las sabanas blancas, tendidas al sol, ondean al aire.
 Al fondo, el viejo  establo aún sigue en pie, y es utilizado como almacén para los aperos de labranza y corral para algunas pocas gallinas, que dejan en el aire el sonido de su peculiar cacareo.

A través de los cristales veo a la abuela sentada en su vieja silla de anea. El sol hacía brillar su cabello blanco recogido en un sencillo moño y con semblante meditativo disfrutaba del agradable calor de la mañana. El tiempo había dejado huella en su rostro, pero aún mantenía el semblante tranquilo que guardé en mi memoria. El sonido de la canción que canturreaba se enmudece al verme aparecer y conforme me acerco se queda perpleja ante tal visión. Aquel reencuentro inesperado pero tan anhelado en el tiempo, dejo en libertad sensaciones olvidadas. Lágrimas, risas, llanto, todo fundido en un calido y largo abrazo, rememoraba en un instante todos los recuerdos de antaño.

Nada ha cambiado, hasta el viejo gato dormita al lado de la lumbre.


Agustina Antelo.

domingo, 14 de agosto de 2011

Micro-relato: El abuelo



¡Viajeeeeros al Treeeen...!

 Acto seguido se escucha la voz del revisor… ¡Apresúrate Manuel, que te quedas en tierra!  Agitado, entro en el tren originando, como cada mañana,  un pequeño alboroto entre saludos y bromas. Me acomodo junto a los otros jóvenes jornaleros y mientras el alba nos da los buenos días a través de los cristales, comentamos nuestras movidas nocturnas.

Ha llovido mucho desde entonces, pienso, y sonrío, pues a mis 80 años ya no soy tan popular… ni tampoco tan ágil. Pero, ¿para qué correr?  Mi camino ya esta andado. Viví, y disfruto al recordarlo.


Agustina Antelo

domingo, 26 de junio de 2011

Relato: Dudas y disquisiciones





Pero ¿Por qué siempre estas ahí?, yo no pedí tenerte.

Te encuentro a cada paso que doy, como fiel guardiana de mis actos; en cada decisión meditada, en cada emoción controlada… De nada me vale esquivar tu presencia. Estás en mi mente y te odio por ello, no sabes cuánto, pues me parte los esquemas, derrocas mis principios, y lo peor… sigues estando.

Actúas de péndulo entre el bien y el mal, pero… ¿eso no es cosa de Dios? Yo soy mortal, o es que lo has olvidado.

Sabes que no me importa el qué dirán, y siempre me lo estás recordando, que las reglas y yo somos incompatibles y te empeñas en que tengo que acatarlas, que el amor tiene que ser apasionado y me consumes en el letargo de un amor olvidado, que necesito volar libre, sin lastre y con viento a favor, pero me obligas a mirar atrás y haces que me sienta culpable por lo que dejo…

Solo en mis sueños me evado de ti, pero… hasta ahí, te siento  acostada a mi lado, censurando mis deseos más íntimos,  intentando controlar mi subconsciente.  Pero siempre olvidas que no te temo, que seguiré cada noche soñando, estés o no presente, que cruzaré los limites de la realidad y tú quedarás ahí, al otro lado.

Está claro, tú y yo escuchamos la misma melodía, pero bailamos a diferente son.

Agustina.

jueves, 5 de mayo de 2011

Micro-relato: Las apariencias engañan




Ese gordo ocupa mucho lugar, ponlo en la otra cesta que ésta ya está llena.  ¡Dios Santo! Vaya pedazo de gurumelo que hemos encontrado. Ya me lo imagino frito con unos ajos y un buen chorreón de vino, decía Luís.  Y con unos taquitos de jamón, apuntaba Eduardo, estará impresionante. Se pavonearon delante de todos con su hallazgo y acompañaron el gran festín con vino de la tierra. Pero la sobremesa fue un infierno de vómitos y diarreas,  y perplejos se miraban...  mientras perdían la conciencia.

Aquella fantástica seta los había enviado a un sueño sin retorno. Callaron  sus risas  y se hizo el silencio.

Agustina Antelo







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viernes, 15 de abril de 2011

Relato: Monumento a Bécquer


Glorieta a Gustavo Adolfo Bécquer


En toda ciudad que se preste, el paso del tiempo nos  ha dejado rincones emblemáticos que se quedan impresos en nuestras retinas y que recordamos con asiduidad. Para mí, uno de esos lugares que siempre me llega a la memoria con agrado y bienestar es el parque de Maria Luisa, y todos esos momentos compartidos. Cuando era solo una niña y en compañía de mis padres, recuerdo las picnic que organizábamos en esos jardines, después de una intensa mañana de  feria de abril  en el prado de  San Sebastián. Recuerdo también el paseo de enamorados al atardecer,  los domingos en el parque de las palomas con mis hijas  y el  caminar tranquilo bajo los frondosos árboles en esta otra etapa de mi vida. Este inmenso jardín, donado por la Infanta Maria Luisa  a la ciudad de Sevilla en el año 1893,  acoge el recuerdo a un poeta de la tierra, Gustavo Adolfo Bécquer, y al igual que me emocionaron sus palabras sobre el papel, la glorieta que lleva su mismo nombre me cautivó solo con poderla admirar. La descubrí en uno de mis paseos y pronto llamo mi atención. Me adentre hasta ella y me senté en uno de los bancos de hierro que se sitúan alrededor de ella.  En aquel momento solo me deje llevar por el deleite que aquel lugar me transmitía. El sentir del poeta estaba en todo aquel recinto. Situado en la parte central, aquel gran árbol,  con sus lánguidas ramas mecidas por la suave brisa, alrededor, la estatua del poeta con su capa terciada sobre el hombro, la figuras de bronce de dos cupidos, y las tres figuras de  mujeres con semblante enamorado. Por un momento me sentí parte de todo aquel entorno, aún sin comprender que significaban  cada parte de aquel monumento.

Aquella sensación me incitaba a saber, así que, durante algunos días me dedique  a buscar  información sobre todo aquello. Cada nuevo dato que encontraba me animaba a seguir buscando. Cuando me empape de toda la información conseguida, me dirigí  de nuevo hasta la glorieta en cuestión. Me volví a sentar en el mismo banco y desde esa expectativa  fui traduciendo en mi mente todo lo aprendido.

Ahora sabía que fue idea de los  dramaturgos Serafín y Joaquín Álvarez Quintero  y se expuso el proyecto en la Exposición Nacional de Bellas Artes celebrada en Madrid en 1910.  Dicho proyecto lo presento el escultor Lorenzo Coullat  Valera.  Una vez aprobado y con los beneficios  de las obras estrenadas en el Teatro Lara de Madrid, inspiradas en la rima IV de Bécquer, y  escritas por los Hermanos Lavares Quintero, se costeo el Monumento a Gustavo  Adolfo Bécquer, el cual se inauguró el 9 de Diciembre de 1911.

Que el busto del poeta que descansa sobre un pedestal  con la fecha de nacimiento y  muerte,  esta basado en un celebre retrato que de él hiciera su hermano Valeriano.

El resto era toda una alegoría a la temática esencial de su obra; el amor,  que se combinaba entre bronce y mármol.

Aquellos dos cupidos mancebos de bronce me daban a entender los dos momentos del amor. –el primero y con postura inestable, intenta lanzar su dardo a las señoritas sedentes y representa el amor que hiere.  El otro cupido yace en los peldaños victima del sentimiento amoroso. Un dardo clavado en su pecho me indica que se trata del amor herido.

Después me situé frente a las tres figuras femeninas. Es un monumento de mármol de una sola pieza y representa a tres mujeres vestidas a la usanza decimonónica y en sus rostros se reflejan las distintas fases amorosas.

La primera representa el amor que viene y esta expectante e ilusionada con él.

La del centro representa el amor presente y en su rostro vemos como se evade del mundo exterior y disfruta de sus sentimientos.

La última representa el amor perdido. Su imagen con la cabeza cabizbaja y en contraste con las otras dos, nos muestra la desilusión que siente, y el ramillete de flores caído sobre la falda, quiere decir que si en otro momento significaron todo, ahora ya no son nada.

Todo aquel pequeño espacio resumía de un trazo todas sus obras, pero si  algo resultaba  indispensable para armonizar todo lo expuesto, era aquel gran ciprés de los pantanos, que ponía el toque de calor y  vida entre aquellas figuras inertes. Dicen que esta especie es originaria de la cuenca del Mississipi y que sus raíces salen del lodo para respirar el oxigeno del aire. Yo creo que este Ciprés de los pantanos, ha respirado la esencia de Bécquer y en el vaivén de sus ramas deja  la atmósfera  impregnada de amor.


La glorieta de Bécquer, un lugar para soñar.

Agustina Antelo.

                       
            Asomaba a sus ojos una lágrima
            Y a mi labio una frase de perdón;
            Habló el orgullo y enjugó su llanto,
            Y la frase en mis labios expiró.
            Yo voy por un camino, ella por otro;
            Pero al pensar en nuestro mutuo amor,
            Yo digo aún: “¿por qué callé aquel día?”
            Y ella dirá: “¿por qué no lloré yo?”

sábado, 2 de abril de 2011

Poesia: Caricias de madrugada



Cuando mi cuerpo se rinde
Por el estupor del sueño,
Se libera mi alma
Me despojo de miedos.

Afloran las emociones
Libres de todo mal,
y entre algodones me llevan
A mi otra realidad.

Brisa fresca para mis sentidos
Luz para mis ojos,
Fluir de sangre en mis venas
Como ríos caudalosos.

Latidos acelerados
Ansias de adolescente,
Te busco, te espero
Mi amor como siempre.

Dulce tacto de terciopelo
Son tus manos en mi piel
Estas aquí, te siento,
Ahora vuelvo a renacer.

Labios ardientes
Besos de fuego
Pasión desmedida
Unión de dos cuerpos.

El pasado y el presente      
Con calidez envuelve
Lo que pudo se y no fue
Y que Aún sigue candente.

Mi sueño se funde
En el calor de tu cuerpo
Mientras el alba ya asoma,
Viene a tu encuentro.

Y me dejas dormida
Mientras poco a poco te alejas
Te esperare de nuevo, mi amor,
       Donde los sueños despiertan.       


            Agustina Antelo.






Relato: La espera






…….Aquel banco de hierro, con molduras torneadas y engrosado por cientos de capas de pintura negra, permanecía solitario a cualquier hora del día. Yo no entendía como podía pasar desapercibo a tantos ojos, si, desde allí, la vista era increíblemente bella. Por un momento pensé que era el mismo banco quien seleccionaba a quienes se sentaban en él y me hacía sentir afortunada al verme ahora allí acomodada.  El frío del hierro  me iba penetrando poco a poco hasta los huesos y mí emotividad se intensificaba conforme pasaban los segundos.
Me quedé observando el entorno envuelta en su característico olor rancio.  La niebla atenuaba la luz de las farolas y entre sombras y algún que otro destello,  dejé volar mi imaginación. El amor, la ternura, la sensibilidad… todo ello estaba impreso en cada rincón de aquella imagen y como una celestial melodía pululaban a mí alrededor los arrumacos de los enamorados.
Dos grandes edificios me observan con frialdad desde la distancia como dos pétreos guardianes, pero su reflejo en el agua los hacia vulnerables.
Los juncos, que emergían del agua con autoridad,  se dejaban mecer por la suave brisa, dejando en el aire una indescriptible pero agradable música. El río estaba tranquilo, ajeno a todo lo que le rodeaba.  Esta soledad y calma es un disfrute para mis sentidos y un buen momento para la meditación y el relax. La fascinación me envuelve al igual que  la humedad del aire que lo impregna todo.
La acentuación de mis sentidos se ha elevado y, poco a poco, me voy evadiendo de la realidad.
Centro mi atención en la cafetería y en el sonido sordo de las gentes tras los cristales. Agudizo el oído y puedo oír el tintineo de las cucharillas de los cafés.
El paseo sigue solitario. Las farolas parecen gigantes de un solo ojo que no dejan de mirarme. El agua y los juncos han tomado vida y se mueven excitados. El sonido de mil pasos por las gastadas baldosas retumba en mis oídos… No entiendo que está pasando. El lugar idílico se ha vuelto tenebroso y las sombras parecen tomar vida.  El corazón me late con fuerza pues el miedo y la sensación de que alguien se acerca me atenazan. El banco solitario que antes parecía acogerme, ahora me retiene en contra de mi voluntad. Sus fríos hierros se apegan a mi cuerpo como tentáculos  impidiendo que pueda levantarme. Las sombras se acercan, y yo, aterrada, quiero gritar, pero mi voz no emite sonido. Una sensación de angustia se apodera de mí, y me siento morir cuando  una mano toca  mi hombro…
Laura…Laura… ¿Qué te ocurre?  ¿No me oyes?
Giro la cabeza sobresaltada y tomo contacto con la realidad. Allí está Daniel, esperando una respuesta.
En  mi cara se podía ver reflejado el estupor y el escepticismo. Miró de nuevo hacia el paseo y todo está en calma. Me levanto aliviada, pensando que todo ha sido obra de mi imaginación, aunque juraría que aquel banco solitario tuvo mucho que ver en ello.

Agustina Antelo




sábado, 26 de marzo de 2011

Micro-relato: Te sueño






Te sueño.

Desde que tengo el turno de noche apenas coincidimos en casa. El olor a café aún sigue en el ambiente cuando llego cansada. Las sabanas aún están tibias y al tacto de  su cuerpo sigue en ellas. El vapor aún impregna el espejo del baño, mientras la toalla húmeda, huele a ti.  Cierro los ojos y siento que no estoy sola, tu estas en cada lugar, en cada rincón.

Respiro hondo y el erotismo se apodera de mi… te extraño… te deseo… y pienso… tu recuerdo es mucho mejor que tu, el no discute.


domingo, 20 de marzo de 2011

Micro-relato: EL PEAJE




Le cobran en aquella fila de la izquierda, si no le importa.
¿Cobrar que? 
Perpleja estoy frente a la ventanilla, no hay nadie en ella. A mi izquierda,
 la fila estaba concurrida.
¿Dónde estoy? Parece una estación. Que raro, no hay bullicios,  ni trenes….solo silencio.
 ¿Que hago aquí?
 La fila va pasando al otro lado, y un resplandor asoma desde el interior. Hace frío.  Yo quiero pasar también. Busco el dinero en mi bolsillo pero… ¿Qué es esto?  ¿Y mi ropa? Golpeo la ventanilla, no quiero quedarme en tierra. Me agobio…, no puedo respirar…
 El sonido resurge en mis oídos,  alguien esta hablando,…Venga pequeña, pelea…. Ya está Doctor,  vuelve a  tener pulso.

Agustina Antelo.

viernes, 11 de marzo de 2011

 

UN CANTO AL AMOR


Pobre de aquel que no haya sentido el enorme impacto de sentimientos con que el amor nos agasaja alguna que otra vez en la vida. Yo fui afortunada al sentirlo,  y no por ello hay un ápice de vanidad en mis palabras, sino solo un cúmulo de experiencias y sensaciones que hoy quiero compartir con vdes. Ya de entrada diré que soy la eterna enamorada,  que aún creo en los sueños y que a ellos me aferro en muchas ocasiones buscando una ilusión. Creo que toda nuestra vida debería estar envuelta en ese aura de felicidad que aporta el amor y que debería guiar nuestros pasos en el divagar de cada día.
Alguien escribió alguna vez que el amor siempre va acompañado de su fiel compañera la locura y  realmente es de locos querer controlar un corazón enamorado que palpita sin control y que con cada latido pone en funcionamiento cada fibra de nuestro ser.

El amor es el renacer de la primavera en los sentidos, es la liberación de las emociones contenidas, es la realidad de nuestros sueños más íntimos, y el disfrute de nuestros deseos más pasionales.

El amor es como esa nube de verano que aletarga nuestros pensamientos, que detiene   el tiempo en un instante y nos mece hasta dejarnos sumidos en esa atmósfera de calma y soñolencia de la que no queremos despertar.

El amor es como  el calor del fuego en el invierno, como el chocolate caliente que nos endulza y revive  nuestro interior en los días fríos,  o  como esa manta  que nos acaricia y que mantiene el calor de nuestros cuerpos acurrucados bajo ella.

El amor es la caricia del viento de otoño en su ir y venir de sensaciones nuevas que nos arrastra a un destino incierto y que deja caduca nuestra razón de ser hasta ese momento.

El amor es gozo en plenitud, alegría desbordante, vitalidad arrolladora,  acentuación de los sentidos, ilusión viva, realización de sueños,  deseos incontrolados, excitación vibrante, besos ardientes,  abrazos intensos y sexo apasionado.

Para ello no hay edad solo corazón y vida.


Agustina Antelo.