Pero ¿Por qué siempre estas ahí?, yo no pedí tenerte.
Te encuentro a cada paso que doy, como fiel guardiana de mis actos; en cada decisión meditada, en cada emoción controlada… De nada me vale esquivar tu presencia. Estás en mi mente y te odio por ello, no sabes cuánto, pues me parte los esquemas, derrocas mis principios, y lo peor… sigues estando.
Actúas de péndulo entre el bien y el mal, pero… ¿eso no es cosa de Dios? Yo soy mortal, o es que lo has olvidado.
Sabes que no me importa el qué dirán, y siempre me lo estás recordando, que las reglas y yo somos incompatibles y te empeñas en que tengo que acatarlas, que el amor tiene que ser apasionado y me consumes en el letargo de un amor olvidado, que necesito volar libre, sin lastre y con viento a favor, pero me obligas a mirar atrás y haces que me sienta culpable por lo que dejo…
Solo en mis sueños me evado de ti, pero… hasta ahí, te siento acostada a mi lado, censurando mis deseos más íntimos, intentando controlar mi subconsciente. Pero siempre olvidas que no te temo, que seguiré cada noche soñando, estés o no presente, que cruzaré los limites de la realidad y tú quedarás ahí, al otro lado.
Está claro, tú y yo escuchamos la misma melodía, pero bailamos a diferente son.
Agustina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario