A la entrada del pueblo la vieja estación del ferrocarril me da la bienvenida. Por los gastados raíles, y como ave de paso, aún circula el tren, mientras, en sus vías muertas, duermen, tras merecido descanso, las antiguas vagonetas de las Minas de Cala. En el corto trayecto hasta la casa pasé por la fuente de los grifos, con su caño inagotable de agua fresca. Por el Paseo de la Palma , con sus palmeras haciendo honor al nombre y su tradicional quiosco de churros. A ella se asoman el Ayuntamiento, el cine Coliseo y la Iglesia de Santa Maria, que, con pintoresca estampa, acuna en sus torres los nidos de las cigüeñas. Seguí calle arriba y dejo atrás el Castillo, fortaleza del siglo XIII, con su plaza de toros en el interior y el Mercado de Abastos, muy concurrido en otro tiempo.
Estoy llegando y todo es tan cercano y familiar como lo deje al partir, hasta su característico olor rancio que hay en el ambiente.
Como siempre, la puerta de la casa esta entreabierta, y me deja entrever el pequeño zaguán desde la calle. Las ventanas destacan sobre el color inmaculado de la fachada y los visillos blancos a través de los cristales ponen su toque personal en ellas. Accedo al interior y el olor es la nota más predominante en la estancia. Mis recuerdos me trasladan en el tiempo, a esos días de juegos y risas, de pan con chocolate y leche caliente, de castañas asadas y dulces. En el pequeño zaguán que me da paso al interior reposan las macetas sobre sus pies de hierro, dando frescura y color a aquel pequeño espacio. En el pasillo, los rayos del sol me reciben a través de la puerta de la habitación, y deja a mi vista la cama alta y el mullido colchón de la abuela, donde en otra época nos hundíamos las dos. A lo largo del pasillo forman a mi derecha un pequeño ejército de frondosas “Pilistras” verdes que nos dan paso al salón. Este mantiene aún la chimenea de antaño, al igual que el mobiliario, heredado de tantas generaciones atrás. La claraboya situada en el centro del salón, lo iluminaba todo y con su luz tenue pero agradecida, deja un aura de armonía y paz en todo el recinto.
Hasta ese momento nadie ha salido a mi encuentro y a mi voz no hay respuesta.
Sigo adelante y al entrar en la cocina me reconforta el calor del fuego y el olor los pucheros, que, sin prisas, desprenden su aroma por todo lugar. La vieja cantarera sigue debajo del gran ventanal que da al patio y que, generosamente, llena de luz cada rincón. El tiro de la chimenea sigue intacto encima de la pequeña hornilla de gas, al igual que la repisa donde descansaba la antigua radio. Mis recuerdos se vuelven sonido al verla…. Yo soy aquel negrito del África tropical……este anuncio daba paso a las trifulcas del “Tío pepe y el sobrino” para dejarnos después con la Novela , un serial que cada tarde paralizaba por una hora la rutina cotidiana. El olor al café recién hecho y el vapor de la plancha de hierro calentada al fuego, envolvían todas aquellas vivencias.
Desde la ventana se podía ver la pila de lavar, con su refregador gastado por el uso y su inconfundible jabón verde, mientras las sabanas blancas, tendidas al sol, ondean al aire.
Al fondo, el viejo establo aún sigue en pie, y es utilizado como almacén para los aperos de labranza y corral para algunas pocas gallinas, que dejan en el aire el sonido de su peculiar cacareo.
A través de los cristales veo a la abuela sentada en su vieja silla de anea. El sol hacía brillar su cabello blanco recogido en un sencillo moño y con semblante meditativo disfrutaba del agradable calor de la mañana. El tiempo había dejado huella en su rostro, pero aún mantenía el semblante tranquilo que guardé en mi memoria. El sonido de la canción que canturreaba se enmudece al verme aparecer y conforme me acerco se queda perpleja ante tal visión. Aquel reencuentro inesperado pero tan anhelado en el tiempo, dejo en libertad sensaciones olvidadas. Lágrimas, risas, llanto, todo fundido en un calido y largo abrazo, rememoraba en un instante todos los recuerdos de antaño.
Nada ha cambiado, hasta el viejo gato dormita al lado de la lumbre.
Agustina Antelo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario