“Caminante no hay camino, se hace camino al andar” Para mi esa es la forma en que aprendemos a vivir, solo que a veces perdemos la senda.
Bajo mi punto de vista, la vida es como una partida de cartas. Nosotros somos meros peones que iniciamos el juego aceptando las cartas que nos han tocado al azar, y depende de nosotros el saber jugarlas.
Todos, privilegiados o no en el reparto, contamos con algunas bazas a nuestro favor. La inteligencia, el tesón, la suerte, la fe, la habilidad, el ingenio, el poder…. Y seguro que algunas más que ahora no se me ocurren. Todas ellas para poder salir victoriosos ó al menos llegar al final de la partida con dignidad.
Pero olvidamos que lo más importante es conocer al adversario, verlo venir y encararlo.
Como se dice en mi tierra “Del toro bravo me libro yo, pero del manso me libre Dios”.
Y así es, al que hay que temer es a ese jugador virtual que se une a la partida sin previo aviso. Si, virtual digo, pues nunca sabrás quien es, ni tampoco de sus intenciones, pero siempre va por delante de ti en la estrategia. Un adversario que dirige tus pasos, que merma tus sentidos, y te vapulea a su antojo. Se puede llamar soledad, miedo, impotencia, inseguridad… y más cosas que ahora no se me ocurren, pero que te lleva directo al fracaso.
Pero insisto, el camino se hace andando. Si aprendes a escalar cuando la montaña esta muy empinada, si aprendes a volar cuando el precipicio se hace enorme, o si aprendes a nadar cuando las aguas están turbulentas, solo entonces, podremos tener opciones en esa partida.
Mi reflexión: Aprender a vivir, una asignatura pendiente.
Agustina Antelo