![]() |
Glorieta a Gustavo Adolfo Bécquer |
En toda ciudad que se preste, el paso del tiempo nos ha dejado rincones emblemáticos que se quedan impresos en nuestras retinas y que recordamos con asiduidad. Para mí, uno de esos lugares que siempre me llega a la memoria con agrado y bienestar es el parque de Maria Luisa, y todos esos momentos compartidos. Cuando era solo una niña y en compañía de mis padres, recuerdo las picnic que organizábamos en esos jardines, después de una intensa mañana de feria de abril en el prado de San Sebastián. Recuerdo también el paseo de enamorados al atardecer, los domingos en el parque de las palomas con mis hijas y el caminar tranquilo bajo los frondosos árboles en esta otra etapa de mi vida. Este inmenso jardín, donado por la Infanta Maria Luisa a la ciudad de Sevilla en el año 1893, acoge el recuerdo a un poeta de la tierra, Gustavo Adolfo Bécquer, y al igual que me emocionaron sus palabras sobre el papel, la glorieta que lleva su mismo nombre me cautivó solo con poderla admirar. La descubrí en uno de mis paseos y pronto llamo mi atención. Me adentre hasta ella y me senté en uno de los bancos de hierro que se sitúan alrededor de ella. En aquel momento solo me deje llevar por el deleite que aquel lugar me transmitía. El sentir del poeta estaba en todo aquel recinto. Situado en la parte central, aquel gran árbol, con sus lánguidas ramas mecidas por la suave brisa, alrededor, la estatua del poeta con su capa terciada sobre el hombro, la figuras de bronce de dos cupidos, y las tres figuras de mujeres con semblante enamorado. Por un momento me sentí parte de todo aquel entorno, aún sin comprender que significaban cada parte de aquel monumento.
Aquella sensación me incitaba a saber, así que, durante algunos días me dedique a buscar información sobre todo aquello. Cada nuevo dato que encontraba me animaba a seguir buscando. Cuando me empape de toda la información conseguida, me dirigí de nuevo hasta la glorieta en cuestión. Me volví a sentar en el mismo banco y desde esa expectativa fui traduciendo en mi mente todo lo aprendido.
Ahora sabía que fue idea de los dramaturgos Serafín y Joaquín Álvarez Quintero y se expuso el proyecto en la Exposición Nacional de Bellas Artes celebrada en Madrid en 1910. Dicho proyecto lo presento el escultor Lorenzo Coullat Valera. Una vez aprobado y con los beneficios de las obras estrenadas en el Teatro Lara de Madrid, inspiradas en la rima IV de Bécquer, y escritas por los Hermanos Lavares Quintero, se costeo el Monumento a Gustavo Adolfo Bécquer, el cual se inauguró el 9 de Diciembre de 1911.
Que el busto del poeta que descansa sobre un pedestal con la fecha de nacimiento y muerte, esta basado en un celebre retrato que de él hiciera su hermano Valeriano.
El resto era toda una alegoría a la temática esencial de su obra; el amor, que se combinaba entre bronce y mármol.
Aquellos dos cupidos mancebos de bronce me daban a entender los dos momentos del amor. –el primero y con postura inestable, intenta lanzar su dardo a las señoritas sedentes y representa el amor que hiere. El otro cupido yace en los peldaños victima del sentimiento amoroso. Un dardo clavado en su pecho me indica que se trata del amor herido.
Después me situé frente a las tres figuras femeninas. Es un monumento de mármol de una sola pieza y representa a tres mujeres vestidas a la usanza decimonónica y en sus rostros se reflejan las distintas fases amorosas.
La primera representa el amor que viene y esta expectante e ilusionada con él.
La del centro representa el amor presente y en su rostro vemos como se evade del mundo exterior y disfruta de sus sentimientos.
La última representa el amor perdido. Su imagen con la cabeza cabizbaja y en contraste con las otras dos, nos muestra la desilusión que siente, y el ramillete de flores caído sobre la falda, quiere decir que si en otro momento significaron todo, ahora ya no son nada.
Todo aquel pequeño espacio resumía de un trazo todas sus obras, pero si algo resultaba indispensable para armonizar todo lo expuesto, era aquel gran ciprés de los pantanos, que ponía el toque de calor y vida entre aquellas figuras inertes. Dicen que esta especie es originaria de la cuenca del Mississipi y que sus raíces salen del lodo para respirar el oxigeno del aire. Yo creo que este Ciprés de los pantanos, ha respirado la esencia de Bécquer y en el vaivén de sus ramas deja la atmósfera impregnada de amor.
La glorieta de Bécquer, un lugar para soñar.
Agustina Antelo.
Asomaba a sus ojos una lágrima
Y a mi labio una frase de perdón;
Habló el orgullo y enjugó su llanto,
Y la frase en mis labios expiró.
Yo voy por un camino, ella por otro;
Pero al pensar en nuestro mutuo amor,
Yo digo aún: “¿por qué callé aquel día?”
Y ella dirá: “¿por qué no lloré yo?”